El Purili y Águeda Saavedra, en la Sala Berlanga

El Ciclo Flamencos y Mestizos de este espacio escénico madrileño acogió las actuaciones del cantaor gaditano y la bailaora malagueña. Dos jóvenes pero ya grandes artistas.

Águeda Saavedra. Sala Berlanga, Madrid. Ciclo Flamencos y Mestizos. 12 abril 2019. Foto: Vicente Pachón

El 12 de abril de 2019 disfrutábamos en la Sala Berlanga de Madrid del Ciclo Flamencos y Mestizos de la mano, en este caso, del joven cantaor Alonso Núñez el Purili, quien lograba sorprender a los aficionados de este arte, pues todos coincidieron en que se trataba de un niño de diecinueve años cuyo cuerpo estaba regado de un quejío añoso y veterano que le hacía docto y ciertamente sapiente. Aunque claro está, tiene aún un largo camino que recorrer y muchas tablas en las que derramar su tierno cante, que se irá haciendo experto y competente, a medida que pase el tiempo.

El Purili, acompañado de la admirable guitarra de Domingo Rubichi y las palmas de Manuel Vinaza y Marcos Carpio, comenzó deleitándonos con un cante por soleá por bulerías que dedicó a todos los asistentes. Lo primero que me llamó la atención fue su voz rasgada, sus quejíos y sus ademanes propios de una persona con un largo recorrido en el mundo del flamenco.

Después, continuó cantando por fandangos, por seguiriyas… Y por último, cerraba su función con unos cantecitos por bulerías que amparaba con pequeños remates, ofreciendo la posibilidad de entrever su dominio del compás y su gracejo, y la bonita comunicación que mantenía tanto con sus compañeros de escenario como con el público.

Ayer, atendiendo a la introducción que de él hacía el presentador y los comentarios que se escuchaban en toda la sala, mientras el joven cantaor hacía su interpretación, a mi mente llegaba un cierto paralelismo con el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922, que lograba ganar el Tenazas, por un lado, y Manolo Caracol, a quien se impregnaba con los mismos atributos que ayer se escuchaban refiriéndose al Purili. El maestro José Luis Ortiz Nuevo contaba en una clase que se consideraba a Manolo Caracol un niño atrapado en el cuerpo de un hombre mayor. Aquel que ya ha pasado tantas penurias que puede interpretar con inmensa sencillez el quejío inherente de una seguiriya o la actitud propia de la exégesis de un fandango.

Un poco más tarde, llegaba el turno del baile. En este caso, la protagonista era Águeda Saavedra, bailaora de 24 años que nació en la localidad malagueña de Nerja y que supo acompañarse de un radiante elenco. Así, la segunda parte del espectáculo se abría con el cante por bulerías de Manuel de la Nina, Gabriel de la Tomasa, Eva la Lebri y la guitarra de Yeray Cortés. Conjunto que, posteriormente, arroparía a la bailaora malagueña.

Águeda demostraba maestría y templanza en su baile por taranto. Un gran dominio del espacio en el que ejecutaba cada uno de sus elegantes y bravos movimientos, y una fuerza y limpieza en los pies que dejaba atónita a la concurrencia. Aunque la expresión de su cara, su cuerpo… y su forma de pisar el escenario eran suficientes para dejarnos sin palabras. De la misma manera que yo, ahora mismo, no sabría describir su forma de desenvolverse por tangos, pues considero que sería injusto describir un baile de la talla de Saavedra. Hay que vivirlo.

Después de un impecable solo de guitarra de Yeray Cortés, la nerjeña volvía a salir al escenario, esta vez para interpretar unas alegrías. Nada más mostrarse, ya se oían comentarios relacionados con el atractivo de la bata de cola que la engalanaba y que más tarde movería con una soltura que, una vez más, no nos dejaba impasibles.

La garra y el desparpajo que había demostrado en su baile por tangos dejaban protagonismo a la elegancia y la sutileza de su silencio por alegrías. Una vez acabado, yo esperaba que nos sorprendiera con una castellana llena de fuerza, pero no fue así. La bailaora comenzaba con una delicada escobilla que, de repente, hacía que nos olvidáramos de la castellana que esperábamos a continuación. Así, pudimos disfrutar, un momento más, de la ingeniosa melodía del silencio que interpretaba Yeray. Armoniosa, dulce y cautivadora, como la protagonista.

Una gala magnífica que nos dejó, sin ninguna duda, con ganas de seguir disfrutando mucho tiempo más del arte de estos jóvenes pero grandes artistas que protagonizaban el espectáculo del 12 de abril del conocido Ciclo Flamencos y Mestizos.